¡Oh, poderoso prìncipe de la gloria, San Rafael, llamado Medicina de Dios, salud de los enfermos, luz para los ciegos, guìa de los caminantes, protector de la limosna, del ayuno y de la oraciòn!
Por aquella caridad con que acompañaste al joven Tobìas y le guardaste de mucho peligro, libràndole a èl y a Sara, su esposa, de la crueldad del demonio, y restituyendo la vista a su anciano padre Tobìas, te pido, oh glorioso protector mìo, me libres de todos los males y peligros, y me acompañes en la peregrinaciòn de esta vida mortal, para llegar felizmente al puerto de salvaciòn eterna.
Amèn.
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